La Princesa y la Reina

Dangerous Women

La Princesa y la Reina, o, los Negros y los Verdes (título original en inglés: The Princess and The Queen, or, The Blacks and The Greens) es una historia corta escrita por George R. R. Martin publicada el 3 de diciembre de 2013 en la antología "Dangerous Women", editada por George R. R. Martin y Gardner Dozois. Es la cuarta precuela conocida, junto a los Cuentos de Dunk y Egg, de Canción de Hielo y Fuego.


Narra la historia de la llegada de la guerra civil conocida como la Danza de los Dragones desde la perspectiva del Archimaestre Gyldayn de la Ciudadela de Antigua.

Un avance de la novela fue liberado por Tor Books el 30 de julio de 2013.
La editorial estadounidense Tor Books saca a la venta este martes una recopilación de relatos de fantasía, Dangerous Women, que incluye una historia inédita de George R.R. Martin situada en Poniente y que tiene lugar en un periodo anterior al narrado en Juego de tronos. El nuevo relato se titula The Princess and The Queen (La princesa y la reina) y retrocede en el tiempo —en concreto, dos siglos atrás que los hechos acontecidos en la saga Canción de Hielo y Fuego—, para plasmar el comienzo de la cruenta guerra conocida como 'Danza de los dragones', originada por un conflicto interno en el seno de la familia reinante Targaryen y que les llevó a enfrentarse a lomos de sus dragones. Se trata de otro vistazo de Martin al pasado de Poniente, tal y como hizo en otras obras cortas como 'La espada leal' y 'El caballero errante' El relato está narrado desde el punto de vista de un archimaestre de la Ciudadela de Antigua llamado Gyldayn. El pasado verano se reveló un extracto de dicho relato, que ahora saldrá a la luz de forma completa. Se trata de otro vistazo de Martin al pasado de Poniente, tal y como hizo en otras obras cortas como La espada leal y El caballero errante, adaptadas ambas también a formato de cómic. El libro recopilatorio Dangerous Women también incluye los cuentos de otros autores de bestseller como Diana Gabaldon, amiga de George R.R. Martin y autora de la famosa serie de Outlander; una historia de Harry Dresden del prestigioso escritor Jim Butcher, así como obras de Carrie Vaugh y Brandon Sanderson, entre otros.

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La historia de las causas, orígenes, batallas y traiciones de la trágica masacre conocida como la Danza de los Dragones, relatada por el Archimaestre Gyldayn de la Ciudadela de Antigua.
La Danza de los Dragones es el altisonante nombre que se confiere a la salvaje lucha interna por el Trono de Hierro de Poniente que enfrentó a dos ramas rivales de la Casa Targaryen desde el año 129 al 131 Después de la Conquista (DC). Describir los oscuros, turbulentos y sangrientos eventos de este período como “danza” nos resulta grotescamente inapropiado; sin duda, la frase tiene su origen en algún bardo. “La Muerte de los Dragones” sería desde luego más adecuado, pero la tradición y el tiempo han grabado a fuego la denominación más poética en las páginas de la Historia, así que tendremos que seguirles la corriente al resto.

Había dos principales aspirantes al Trono de Hierro tras la muerte del Rey Viserys I Targaryen: su hija Rhaenyra, la única descendiente viva de su primer matrimonio; y Aegon, el mayor de los hijos que le dio su segunda esposa. En medio del caos y la carnicería causada por su enfrentamiento, otros aspirantes a reyes reivindicarían también sus derechos, pavoneándose como titiriteros en el escenario durante una quincena o una luna, sólo para caer tan rápidamente como se habían alzado.
La Danza dividió los Siete Reinos en dos, ya que los señores, caballeros y el pueblo llano se manifestaron a favor de uno u otro bando y tomaron las armas contra el contrario. Incluso la propia Casa Targaryen acabó dividida cuando los parientes, amigos y descendientes de cada aspirante se vieron implicados en la pelea. Durante los dos años de lucha, los grandes señores de Poniente sufrieron terribles pérdidas y daños, como también sus banderizos, caballeros y el pueblo llano. Pese a que la dinastía sobrevivió, al final del conflicto el poder de los Targaryen había disminuido mucho, y el número de dragones que quedaban en el mundo se había visto radicalmente reducido.
La Danza fue una guerra diferente de cualquier otra jamás librada en la larga Historia de los Siete Reinos. Aunque hubo marchas y cruentas batallas entre ejércitos, gran parte de la masacre tuvo lugar en el agua, y especialmente en el aire, ya que hubo enfrentamientos de dragón contra dragón, con diente, garra y llama. Fue también una guerra marcada por el sigilo, el asesinato y la traición, una guerra luchada en las sombras y los rincones de las escaleras, las cámaras del Consejo y los patios de los castillos con cuchillos, mentiras, y veneno.
El conflicto, que hacía tiempo que permanecía latente, estalló abiertamente al tercer día de la tercera luna de 129 DC, cuando el rey Viserys, que estaba enfermo y postrado en su cama, cerró sus ojos para echar una siesta y murió sin volverse a despertar. Su cuerpo fue descubierto por un sirviente a la hora del murciélago, cuando era costumbre del rey beber una copa de hidromiel. El sirviente corrió a informar a la reina Alicent, cuyos aposentos se encontraban un piso por debajo de los del rey.

El sirviente reveló la terrible noticia directamente a la reina y sólo a ella, sin levantar la alarma general: la muerte del rey llevaba tiempo esperándose, y la reina Alicent y sus partidarios, los llamados “verdes”*, se habían ocupado de dar instrucciones a los guardias y sirvientes de Viserys sobre lo que tenían que hacer cuando llegase el día.
(* En el año 111 DC, se celebró un gran torneo en Desembarco del Rey por el quinto aniversario de bodas del rey y la reina Alicent. En el banquete inaugural, la reina lució un vestido verde, mientras que la princesa iba llamativamente vestida en el rojo y negro de los Targaryen. Esto no pasó desapercibido, y desde ese momento se convirtió en costumbre referirse a los “verdes” y los “negros” al hablar del bando de la reina y el de la princesa, respectivamente. En el propio torneo, los negros salieron bastante mejor parados cuando Ser Criston Cole, que llevaba el favor de la princesa Rhaenyra, derrotó a todos los paladines de la reina, incluyendo a dos de sus primos y a su hermano pequeño, Ser Gwayne Higtower.)
La reina Alicent acudió enseguida a los aposentos del rey, acompañada por Ser Criston Cole, Lord Comandante de la Guardia Real. Una vez que hubieron confirmado que Viserys estaba muerto, Su Alteza ordenó que su habitación fuese sellada y que se apostasen guardias en su puerta. El sirviente que había encontrado el cadáver del rey fue hecho preso, para asegurarse de que no extendiese la noticia. Ser Criston regresó a la Torre de la Espada Blanca y envió a sus hermanos de la Guardia Real a buscar los miembros del Consejo Privado del rey. Era la hora del búho.
En aquel entonces, al igual que ahora, la Hermandad Juramentada de la Guardia Real estaba formada por siete caballeros, hombres de probada lealtad e indudable destreza que habían jurado solemnemente dedicar su vida a defender la persona y la familia del rey. Sólo cinco de los Capas Blancas se encontraban en Desembarco del Rey en el momento de la muerte de Viserys: el propio Ser Criston, Ser Arryk Cargyll, Ser Rickard Thorne, Ser Steffon Darklyn y Ser Willis Fell. Ser Erryk Cargyll (el gemelo de Ser Arryk) y Ser Lorent Marbrand, en Rocadragón con la princesa Rhaenyra, continuaban al margen de todo, sin saber nada, mientras sus hermanos se adentraban en la noche para sacar a los miembros del Consejo Privado de sus camas.
Reunidos en los aposentos de la reina, mientras el cuerpo de su marido se enfriaba sobre sus cabezas, estaban: la misma reina Alicent; su padre Ser Otto Hightower, Mano del Rey; Ser Criston Cole, Lord Comandante de la Guardia Real; el Gran Maestre Orwyle; Lord Lyman Beesbury, el octogenario Consejero de la Moneda; Ser Tyland Lannister, Consejero de Barcos y hermano del Señor de Roca Casterly; Larys Strong, apodado Larys el Patizambo, Señor de Harrenhal y Consejero de los Rumores; y Lord Jasper Wylde, apodado Barra de Hierro, Consejero de Leyes.
El Gran Maestre Orwyle comenzó la reunión repasando los acostumbrados procedimientos y trámites necesarios a la muerte de un rey. Dijo: “El Septón Eustace debe ser convocado para que lleve a cabo los últimos ritos y rece por el alma del rey. Un cuervo debe ser enviado a Rocadragón enseguida para informar a la princesa Rhaenyra del fallecimiento de su padre. ¿Tal vez Su Alteza la reina querría escribir el mensaje, para suavizar estas tristes noticias con algunas palabras de condolencia? Las campanas siempre suenan para anunciar la muerte de un rey, alguien debería encargarse de ello; y, por supuesto, tenemos que comenzar los preparativos para la coronación de la reina Rhaenyra…”
Ser Otto Hightower lo interrumpió. “Todo esto debe esperar”, declaró, “hasta que el asunto de la sucesión se aclare”. Como Mano del Rey, estaba autorizado a hablar con la voz del rey, e incluso a sentarse en el Trono de Hierro en ausencia del rey. Viserys le había otorgado la autoridad de gobernar los Siete Reinos, y “hasta el momento en el que nuestro nuevo rey sea coronado”, ese gobierno continuaría.
“Hasta que nuestra nueva reina sea coronada” dijo Lord Beesbury, con tono mordaz.
“Rey”, insistió la reina Alicent. “El Trono de Hierro por derecho debe pasar al hijo varón legítimo de mayor edad de Su Alteza”.
La discusión que siguió duró casi hasta el amanecer. Lord Beesbury habló en favor de la princesa Rhaennyra. El anciano Consejero de la Moneda, que había servido al rey Viserys durante todo su reinado, y a su padre Jaehaerys el Viejo Rey previamente, recordó al Consejo que Rhaenyra era mayor que sus hermanos y tenía más sangre Targaryen, que el difunto rey la había escogido como su sucesora, que se había negado repetidamente a alterar el orden de sucesión pese a las súplicas de la reina Alicent y sus verdes, que cientos de señores y caballeros habían prometido obediencia a la princesa en el año 105 DC, y jurado solemnemente defender sus derechos.
Pero estas palabras cayeron en oídos de piedra.
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